sábado, 30 de octubre de 2010

ÉL SÍ QUERÍA VER A JESÚS

ÉL SÍ QUERÍA VER A JESÚS

El texto del Evangelio de este Domingo nos lleva hasta Jericó, muy cerca del Mar Muerto, allí donde el sol es implacable y la arena del desierto, cuando sopla el viento, lo  llena todo; donde los dátiles tienen sabor especial y el agua es un auténtico tesoro; donde las rosas  tienen fama  por sus hermosos colores y por su aroma. Allí llega Jesús y la gente se agolpa junto a Él, quieren verlo. Quizá la novelería fue el índice que caracterizó  el revuelo, pero hay alguien que  lo quiere ver de verdad y no le importa que se rían de el, no le importa hacer el ridículo y, como era bajo de estatura, buscó la forma y manera de satisfacer su deseo.
Jesús no se nos quedó atrás, no señor. Y cuando llegó junto a la higuera donde se había subido Zaqueo se paro, le habló y se invitó Él mismo a comer en casa de este hombre.
Lo que Jesús le dijo en la comida no lo sabemos, quizá no le dijo nada. Sí sabemos lo que dijo Zaqueo que, en síntesis, era el deseo de empezar de nuevo.
Hay hoy otros muchos Zaqueos que quieren ver a Jesús, pero a quienes, con frecuencia, se lo impedimos los que decimos estar cerca del Maestro. Sería bueno reflexionar qué estamos haciendo con esta cercanía,  y preguntarnos si somos obstáculo para los que le quieren ver o si estamos facilitando ese encuentro. Es importante que pensemos que todo el mundo tiene derecho a empezar de nuevo; que todos tenemos derecho a ver a Jesús; que todos podemos cambiar. I eso es algo que no le podemos negar a nadie; primero, porque no somos quienes para ello y, segundo, porque Jesús ha venido, como Él dice al final del texto, a salvar lo que está perdido. Ahí está el meollo de la cuestión que nosotros  muchas veces, aún sabiéndolo, no queremos entender.
¡Feliz Domingo!

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