La actitud del publicano, nos dice Jesús, era distinta, pues aceptaba su falta, buscaba la misericordia de Dios. Reconocía, además, la necesidad de cambiar, de convertirse. No se comprara con nadie, no hace lista ninguna, sólo pide compasión, porque sabe que no cumple y que necesita de la gracia de Dios, de su perdón. Y fue quien lo encontróEl primero andaba en los humos de la vanagloria. El segundo se movía en el reconocimiento de su realidad necesitada de cambio.
Esto lo dice Jesús "por algunos que, sintiéndose por justos, se sentían seguros de si mismos y despreciaban a los demás".
Bueno pues ahí queda eso, ahora nos toca a nosotros mirarnos con sinceridad y ver dónde andamos, porque alguna conclusión a nivel personal hemos de hacer, ¡digo yo! De repente descubrimos que la actitud del fariseo es más frecuente en nosotros que la del publicano, porque eso de mirar por encima del hombro, me da a mi, que es más habitual de lo que creemos. Y no sólo en los otros, no, también en nuestro corazón. Así que una buena dosis de sinceridad, sazonada con humildad y servida con reconocimiento de verdad seguro que no nos vendrá nada mal.
¡Felíz Domingo!
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