sábado, 9 de octubre de 2010

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

SER AGRADECIDOS
Sucede que muchas veces cuando estamos deseando con verdaderas ganas que algo bueno nos ocurra y ello acontece, no caemos en la cuenta de quien ha  hecho posible ese acontecer; la alegría es tanta y tanta la emoción de ver que tenemos en nuestras manos lo que tanto deseábamos que nos olvidamos de todo lo demás... hasta de dar las gracias.
Bien, eso parece que es lo que sucede en el texto de hoy, pues de diez hombres que son curados por Jesús sólo uno vuelve sobre lo andado para reconocer y dar gracias por el favor recibido y además, nos dice Lucas, era  extranjero.
Este desandar el camino de la emoción y la alegría es lo que permite al que fue leproso encontrar algo más: la salvación. Se nos dice: "se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús".
Parece como si Lucas quisiera en esta ocasión subrayar actitudes más que palabras. La de Jesús: misericordiosa, siempre dadivosa y que  no se agota. La agradecida del que vuelve y encuentra algo más que una sonrisa de acogida y la de los que no miraron tan siquiera para atrás, quizá porque no terminaban de creérselo.
Entiendo que hay una invitación para nosotros y que no es más que el ser agradecidos con lo que el Señor ha hecho en nuestra vida y reconocerlo. No tengamos miedo de compartirlo y decirlo - "volvió dando voces" - porque eso, nos dice Lucas, es entrar en la dimensión salvadora que Dios realiza en nuestra vida  por medio de Jesús. Eso es reconocer su misericordia, su compasión, su salvación que derrama sobre todo hombre  necesitado, sea quien sea y venga de donde venga -era extranjero, es decir, no era del pueblo de la Alianza - y según esto no debería tener derecho. Y lo tiene. ¡Vaya que si lo tiene! Se lo da el mismo Jesús porque se lo ha ganado a pulso.
¡Feliz Día del Señor!

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