martes, 4 de enero de 2011

Ofrecemos hoy un articulo de nuestra colaboradora MARÍA SÁNCHEZ

              NAVIDAD. ALGO MÁS QUE DAR Y RECIBIR REGALOS
Cuando aún llevamos en la piel los efectos del sol y el salitre de nuestras playas, cuando no hemos terminado de guardar la sombrilla y los "taper", donde nos llevamos los "sanguis" y la tortilla; cuando ni siquiera el bañador ha terminado de secarse, vemos, con asombro, como las grandes y pequeñas superficies nos anuncian con villancicos y turrones que ¡llega la Navidad!
Si ya de por sí los días parecen tener menos de veinticuatro horas y tenemos la sensación de que las semanas parecen empujarse para que llegue un nuevo mes, nos cuesta aceptar que ya damos comienzo al mes de Diciembre que, consecuentemente, nos lleva a finalizar el año.
Lo malo de esto no es que llegue otra Navidad y un nuevo año, que a eso ya estamos acostumbrados. El "quid" de la cuestión va más allá de los turrones, el Belén, los villancicos y toda la parafernalia que, hoy día, nos quieren vender.
  Sin embargo hay algo que me llena de un sabor agridulce y es reconocer que, con cada Navidad dejamos atrás un poco de nuestra vida, de nuestra juventud. Son muchos los almanaques que vamos “colgando” en nuestra espalda que, como si de una pared se tratara, colocamos uno encima del otro.
  Pero, no piense, estimado lector, que no me gustan estas fiestas o, como confiesan  otras personas, me llenen de tristeza. Si bien es cierto que ahora las vivo de una forma diferente, no por ello dejo de sentirme feliz, alegre y con ganas de compartir estos días con mis seres queridos.
  Hoy, desde la experiencia que dan los  años, vivo la Navidad con otro talante, con una mayor serenidad, sin dejarme embaucar por todo lo que, a través de los escaparates, me quieren vender. Ahora no la establezco en los regalos, en felicitar, como una autómata, a todo aquel que pasa a mi lado porque es lo que hay que hacer en estos días.
  Los regalos han pasado a un segundo plano, los sustituyo por una cena con las amigas, esas que llevo en el corazón y que todo el año están a mi lado, en  recibir en casa a la familia, sobre todo a los sobrinos, para compartir con ellos una taza de humeante café y los recuerdos de sus navidades pasadas en casa de la abuela.
 
Con el paso de los años siento que la Navidad no es sólo ver las calles engalanadas, las tiendas llenas de gente que tienen que comprar porque, el regalar en estas fechas, es como una obligación. Tampoco la siento al ver a los niños que ya preparan su interminable carta a los reyes magos, pidiendo todo aquello con que les bombardean a través de la televisión. Cada año vemos como los niños pierden la ilusión del regalo, ya sólo piensan en tener muchos paquetes, lo que hay dentro, poco les importa.
  Tal vez sean los años vividos los que me hacen dar otro sentido a estas fiestas, quizás, y como consecuencia de estos años,  puedo ver al anciano que vive solo, a los padres que, por no tener trabajo, no pueden comprar un juguete a sus hijos, al hombre o mujer que, día a día, tiene que dormir con su maltratador/a. Veo al niño que es violado por un familiar, a la mujer que es vendida, para la prostitución, como carne en un mercado.
  Es por todo esto que veo en la Navidad algo más que el regalo y el consumismo.
Veo que celebramos la llegada de un Niño que quiso hacerse hombre para morir por nosotros, un Niño Dios  al que le debo la vida y lo vivido, la familia y los amigos que hoy tengo.
  Un Dios al que veo en el joven que se ha metido en la droga, en las familias que piden para comer y en los pobres- ricos que sólo tienen como compañero el dinero y como amigos a los que, con su riqueza, compran.
  A este Niño Dios pido que reparta su amor y generosidad en todos y cada uno de ellos y que les traiga un año lleno de paz y amor.
Deseo que hago extensible para todos los lectores de esta página.

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