sábado, 15 de mayo de 2010

COLABORACIONES por María Sánchez


LOS CUADERNOS DE CALIGRAFÍA

Los recuerdos, son sentimientos que nos acompañan durante toda nuestra vida, unos agradables y otros no tanto, entre los mejores sin duda, están los de nuestra niñez, cuado no han entrado en nuestras vidas los problemas que nos agobian de mayores.Los juegos con los amigos, las travesuras, seguidas de las regañinas de nuestra madre, y entre estos recuerdos perduran los días del colegio.

Siempre tendremos presente la pizarra, el pizarrín, con el que escribíamos, o la pizarra grande con su tiza, ¡y que mal lo pasábamos cuando la maestra, o la monja en mi caso, nos llamaban para escribir en ella!

Pero lo mejor era cuando ya podíamos escribir con tinta, ¡que importante nos sentíamos! y cuantos manchones en el babi! con el consiguiente enfado de nuestras madres que se las veían y deseaban para quitar el manchón.

Formando parte de estos recuerdos estaban los cuadernos, los celebres cuadernos Rubio, los de cuadritos, de dos rallas y ya cuando dominábamos la cosa de la escritura pasábamos a los de una ralla.

La idea de estos cuadernos fue de Ramón Rubio Silvestre, hace medio siglo. Era un profesor mercantil, al que le obsesionaba la perfección tanto en la escritura como la alineación de los números en las operaciones de cálculo.

Comenzó con unas fichas que distribuía entre sus alumnos de contabilidad. Con los años, esas fichas, evolucionaron hasta convertirse en los entrañables cuadernos Rubio, que él mismo imprimía en una máquina artesanal y que distribuía en los colegios.

Su método tuvo tan buena acogida que en los años 70 se comercializaron diez millones de ejemplares en las papelerías.

Hoy han sido sustituidos por el bloc de espirales, los archivadores, etc. Pero siempre en nuestro pensamiento estarán los cuadernos Rubio.

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