lunes, 6 de junio de 2011

NOS LO ENVÍA MARÍA SÁNCHEZ

REFRANES POPULARES.

LA MEJOR CABRA SE MEA EN LA GAVETA

Antes de comenzar hago una aclaración para aquellas personas que no conozcan la gaveta, de la que se habla en este dicho o refrán. Ésta era el comedero que se usaba para las cabras. Hacerla era más simple que el asa de un balde: se clavaban cuatro tablas, o se sustituían éstas por una caja de las de coñac, se le colocaban cuatro patas y ya estaba la gaveta hecha.

Este antiguo refrán hace referencia a la persona que habiéndola conocido; recta en sus actos, firme en sus convicciones y minuciosa en el quehacer diario, un día nos coge por sorpresa y nos asombra con una actitud o hecho impropio que no esperábamos.

O tal vez no tan impropio sólo que nosotros, los humanos, somos dados con más frecuencia que la debida a hacer valoraciones por nuestra cuenta y riesgo, del mismo modo que colocamos etiquetas, sin pararnos primero a conocer bien a las personas.

Al actuar de este modo solemos llevarnos más de un desengaño. Pero, también, hay personas que aparentan ser serios y honrados para al final dárnosla con queso.
Seguro, estimado lector, que alguna vez en la vida se habrá encontrado con una situación como esta y de ser así se habrá dicho “ya no puede uno confiar en nadie”.

Ni se angustie ni haga juramentos. Continuará usted confiando y llevándose nuevos palos. Piense que nosotros, en algún momento de nuestra vida y sin premeditarlo, hemos decepcionado también a otras personas.

Para decepción la que se llevó Lola la del Zumacal. Tenía la buena mujer una vecina, bastante más joven que ella, a la que había colocado desde que la conoció en un pedestal. Ésta era culta, educada y muy fina hablando y vistiendo, como que era “perinsular” como decía Lola.

Por lo bien que hablaba, sin que se le escapara una S o una Z tenía a nuestra mujer embobecía. La tal peninsular se llamaba Almudena, como buena madrileña que era, ¡faltaría más!

Lola se pasaba el día hablando de su amiga; que si Almudena p’a riva que Almudena p’a bajo. Que si esta es una mujer seria y no el belillo de María el Pino que no tiene asiento de mujer casada porque, según Lola, María el Pino era lo que se dice un auténtico trasmallo.
Para nuestra amiga, la tal Almudena era la mujer perfecta, “lástima que esté casá” se decía muchas veces porque me habría gustado para mi hijo Antonio.

La admiración de Lola por su amiga crecía cada vez más, hasta que un día, apareció por la casa Fefa, la corre, corre (el nombre le viene porque cuando tiene un chismorreo corre que se las pela para contárselo a los vecinos)

La tal Fefa entra en casa de su vecina como alma que lleva el diablo a la vez que le grita “Lolilla tu no me vas a creer lo que te digo pero, te juro por mis fieles difuntos, que es tan cierto como este sol que nos alumbra”. Mientras hablaba formaba una cruz con los dos dedos a los que dio un sonoro beso.

Fuera de sí por los nervios Lola la apremia para que le cuente lo que tanto la asombra. Pues mira, le dice, “tu amiga, la perinsular, la fina, la que nunca ha roto un plato, resulta que no es casá sino arrejunta con ese hombre y, los niños no son del querio sino de un novio que tuvo”. Y con recochineo le suelta “para que te fíes de las finolis”

A la pobre Lola casi le da un soponcio, se sentó desmadejada en la silla hasta que tomó resuello y, mientras se hacia cruces decía “Razones tenía mi madre que, en gloria esté, cuando decía que la mejor cabra se meaba en la gaveta.”

Lo que nunca pude saber fue la verdad de Almudena. Si aparentaba lo que no era o, sencillamente, se acogió al derecho de guardar su vida privada. ¿Usted qué opina estimado lector?

No hay comentarios: