viernes, 10 de junio de 2011

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

Fuego en el corazón y en las manos de la Iglesia.

Celebramos este domingo, un año más, la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, de la palabra dada, del fuego que renueva y mueve los corazones, la fiesta del nacimiento de la Iglesia. Como podemos ver son muchas cosas juntas pero, en realidad, podemos  resumir en una frase: es la fiesta de la promesa cumplida.
El texto del Evangelio nos retrotrae al anochecer del primer día de la semana, el día del Señor, es decir, el día de la Resurrección de Jesús. En la noche, en la oscuridad, se hace la luz, luz nueva que  enciende corazones, renueva esperanzas, arroja miedos por la ventana, abre puertas y el amor de Dios y su perdón son anunciados, todo por la acción y la fuerza del Espíritu Santo.
Comienza  el tiempo de la Iglesia, nuestro tiempo, porque  este pentecostés del dos mil once, es nuestro pentecostés, por eso  abramos el corazón, dejemos que la palabra de Jesús llegue mansamente a nuestras vidas, asumamos la tarea que se nos encomienda, oremos y demos gracias al Padre por tanto amor derramado generosamente y marchemos por los caminos y vericuetos de la vida anunciando, pregonando, que Jesús es el Señor,haciendo el bien, limpiando  los rostros de odios y desamor, de desesperanzas y miedos.
Es nuestro Pentecostés, que no solo es para nosotros, sino para el mundo de hoy, para nuestro tiempo y nosotros, que inmensa alegría y responsabilidad, testigos y anunciadores de este inmenso acontecer de Dios en la historia aunque muchos no quieran verlo o reconocerlo, pero por eso no deja está ahí  y no debe dejar de ser anunciado y eso, eso nos toca a nosotros.
Feliz día de Pentecostés.

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