lunes, 13 de junio de 2011

SAN ANTONIO DE PADUA

UN AMIGO DE LOS POBRES

Hoy, trece de Junio el almanaque nos recuerda que es el día de San Antonio de Padua, que no era de Padua, sino de Lisboa y que no se llamaba Antonio, sino Fernando. Antonio es el nombre que tomó al entrar en  la orden de  los Hermanos Menores, es decir  en los Franciscanos y de Padua  porque allí fue donde residió durante mucho tiempo y donde entrego su vida al Padre un trece de Junio a una edad muy temprana pues contaba tan solo treinta y seis años.
Orador sagrado, teólogo y hombre de gobierno, dejó varios tratados de mística y de ascética y se publicaron todos sus sermones. Un año después de su muerte fue reconocido santo y proclamado doctor de la iglesia en 1946.
Pero lo que mas me atrae la de este  hermano nuestro, a mi me gusta llamarle amigo, porque es que es un amigo y de los de verdad, es su entrega total, sincera y decidida desde el primer momento, al seguimiento de Cristo, a la  predicación y sobre todo a los pobres.
Podría ser muy bien el patrón de las cáritas parroquiales ya que es muy bien conocido el tema del "pan de los pobres", pues habiendo descubierto la importancia de  compartir con los más necesitados  no le importaba salir a la puerta de su convento, siendo superior en Padua, todos los día, a repartir  el alimento a los que a ella acudían , sabiendo que nuestro amigo  no les dejaría  marchar con las manos vacías. Cercano, muy cercano a la gente, aún hoy atisbamos  esa cercanía cuando recurrimos a el para que nos ayude  ante cualquier necesidad animados por la confianza que emana de su persona, su sencillez, su vida de evangelio.
La devoción popular hacia nuestro hermano, muy extendida por todo el mundo, no tardó en ver en el un valedor ante situaciones de perdidas, de hambres, enfermedades e inclusive las  muchachas  le invocan  para que  le ayude a encontrar un  novio.
Santo donde los haya, amigo de la sencillez, la pobreza, la vida evangélica, la oración que en el alcanza cotas muy altas, supo, en definitiva, estar a la altura y bien alto, del carisma franciscano propuesto por su iniciador, San Francisco de Asís, el cual le tenía  gran cariño.  

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