Así quiero titular el viaje que hemos hecho a primeros del mes de julio a Israel un gurpo de personas de la parroquia que al juntarnos con otros pocos en la Peninsula llegamos a sumar un número de treinta. Todos pertenecemos a grupos cristianos con labor en nuestras respectivas parroquias.
Después de la lógica deshorientacion de los primeros días a la hora de relacionarnos fuimos congeniando al tiempo que palpitábamos en un mismo sentir y en una misma búsqueda.
Esto que fué dándose por sí solo y de forma espontánea llega a cuajar en conversasiones, como en mesa redonda, donde cada cual cuenta lo que ha sentido en el día desde los lugares visitados. La Eucarístia diaria en sitios concretos: Monte de las Bienvanturanzas, Nazaret, Belén, el Cenáculo y otros sitios, fueron caldeando nuestro corazón y en los últimos días parecia que todos esperábamos que llegara la hora en la que nos reuníamos para compartir no sólo lo del día sino también situaciones personales.
No sé que es lo que pensarán los demás. Yo sí puedo decirles que ha sido un viaje (es la segunda vez que lo hago) muy especial, por los lugares que visitamos y por el grupo de personas que, viniendo cada cual desde un lugar distinto, el Señor hizo que nos reunieramos sin conocernos e hicieramos juntos esta experiencia de buscar las huellas de Jesús. La foto es en Nazaret, casa de María. Lugar de la Anunciación.
Desde aquí un saludo para todos con cariño y agradecimiento
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