sábado, 28 de enero de 2012

¿POR QUÉ DECIMOS ESTAR AL QUITE?
Por María Sánchez.

 Esta frase que hoy escogí para ustedes tiene, como todas, más de un significado. Se utiliza en la jerga taurina, en la esgrima y en algún caso más que les relataré.

 Cuando niños ni usábamos ni, mucho menos, conocíamos esta palabreja. Si estábamos intentando hacer alguna diablura le encomendábamos a nuestro hermano pequeño o amigo que acechara, por si llegaba nuestra madre o el dueño del guayabero, donde nos encontrábamos “enguilgao” para darnos un atracón de la rica fruta.

Esto del acecho se le encargaba siempre al más pequeño de la pandilla. Así hasta que al chiquillo se le hinchaban las narices y el muy bribón no avisaba cuándo llegaba el que nos iba a dar una buena tunda.Permítanme que en este punto haga un inciso con el fin de aclarar lo de la tunda que nos daba el dueño del terreno. En mi niñez los vecinos o no tan vecinos tenían total libertad y carta blanca para darnos una torta si, según su criterio, la merecíamos.Lo malo de esto no era la que ya te habían dado, sino la que tu madre te daba por la vergüenza que le hacías pasar. Hoy, para bien o para mal, a un niño no se le puede tan siquiera soplar en la nuca. Esto de castigo sí o castigo no sería tema para otro artículo.Hay que reconocer que cuando niños somos peor que rabo de lagartija; desconocemos los peligros, no hacemos caso a nadie y sólo pensamos en divertirnos sin medir las consecuencias.

Y justo por no medir las consecuencias que me costó una de las palizas más grande que me dio mi santa madre. Había acudido a una visita y me preparó con las mejores galas de las que en aquella época podía disponer.

Recuerdo que llevaba puesto un traje blanco que mi prima, que para esto tenía buena mano, me había calado y que dicho sea de paso era muy bonito.

No bien había puesto los pies en casa quise poner, también, pies en polvorosa para ir a jugar con los chiquillos. La cita, que habíamos preparado el día anterior, era en las cantoneras del Campillo para coger ranas.Cuando ya trasponía por la puerta p’a fuera mi madre saco toda su artillería de recomendaciones y amenazas. Lo primero fue preguntar donde iba, yo más que hablar, mascullé “a dar un paseo” hay empezó la retahíla de – “quítate ese vestido, mira a ver si te caes, ten cuidado no te ensucies, si te manchas te mato. Sus intenciones eran buenas pero a mí me vinieron todas en contra.

Nada más llegar pusimos al más chico para que acechara, (estuviera al quite) por si venía Antoñito el ranchero. Los mayores nos metimos en la acequia para hacer nuestra pesca particular.

Tarde más en poner los pies dentro cuando resbalé en le limo y, zapatos y vestido nuevo, se quedaron con las posaderas verdes como el trigo verde. El bardito salió por los aires y yo “estampe” a correr para mi casa. Lo que viene después ya pueden imaginarlo porque fue tan grande que hasta hoy me queda en el recuerdo como marcado a fuego, eso sí sin traumas y sin necesitar de visitar al psicólogo.

Contadas mis cuitas infantiles vamos a saber el significado de esta frase. Se usa sobre todo para definir a la persona que está presto para acudir en defensa de un semejante, conocido o no. Su fuente es la jerga taurina donde el quite es la suerte que lleva a cabo un torero, generalmente con el capote, y en defensa del compañero cuando el toro se ceba con él. En esgrima se llama también quite al movimiento de defensa que se hace con la espada para librarse del arma del contrario.

Hoy en día tenemos que estar al quite y con ojo avizor ante tantas amenazas  que nos acechan día a día.

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