sábado, 30 de abril de 2011

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA.
 LA DIVINA MISERICORDIA.
"Si no veo, no creo" solemos decir remedando a Tomás, el Mellizo, cuando no estamos muy seguros de que lo que nos están diciendo es verdad. Siguiendo con ello nos encontramos con que Jesús, y es el texto del Evangelio de hoy, le dice a Tomas después de mostrársele y hacerle el gran favor de dejarle tocar y de que pudiera cumplir con su exigencia para creer: " Dichosos los que crean sin haber visto" Y es que Tomás, lo mismo que nosotros cuando nos agarramos a esa expresión para justificarnos, estaba en un error. La fe no es ver para creer, sino lo contrario, creer para poder ver. 
Por eso quizá, Juan Pablo Segundo, que dicho sea de paso hoy será
beatificado, escogió este día para establecerlo como el Domingo de la Divina Misericordia. Pues la misericordia de Jesús que es la misma que la del Padre, se manifestó en la vida de Tomás y se manifiesta en la nuestra ayudándonos a entender y con una pedagogía muy singular enseñarnos, que la fe es abandonarnos a la confianza en la palabra que se nos dice y que viene del mismo Señor. 
"Hemos visto al Señor", le dijeron los compañeros, pero el esto lo tomó como algo que no era digno de ser aceptado y mucho menos de cambiar su vida. Es lo que la Iglesia  debe seguir anunciando hoy  sabiendo que, como Tomás, muchos no van a creerlo porque no lo consideran algo fiable. La grandeza de  tamaño anuncio sigue siendo anunciado con pobre palabra y sin otro respaldo que la convicción de quien lo hace, porque ya lo ha vivido y lo vive y que debe llevar a provocar un encuentro personal con el Maestro por parte del que lo acepta. Por eso decimos que la fe se fundamenta en un encuentro personal y que necesita la respuesta libre y confiada del que quiere vivir desde el Señor. Es lo que le decía  la gente del pueblo de Sicar a la Samaritana: " Ya no creemos por lo que tu nos has dicho, sino por lo que nosotros hemos visto y oído"
La fe es así un don de Dios que en su Divina Misericordia  se nos muestra y nos ofrece la posibilidad de vivir nuestra vida desde una perspectiva nueva: Hijos de Dios. Pero depende de nuestra libertad, de nuestra adhesión, de nuestro hacer, valga la redundancia, nuestro lo que se nos brinda. Entonces es cuando la fe, que es un dejarse en las manos del Padre, se convierte en un proyecto de vida apasionante que no va a depender de si vemos o no, de si tocamos o no, sino de nuestra nueva relación con Dios al que no necesitamos ver para creer en El y de quien nos hemos fiado. Esto muchas veces  lleva al vértigo, pero si no fuera así tampoco sería fe.
Feliz Domingo  de la Divina Misericordia.

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