DOMINGO CUARTO DE CUARESMA.
CICLO A. ( Jun. 9,1-41)
LO ESTÁS VIENDO
En éste domingo se nos invita a acercarnos a la luz que es el mismo Cristo, a dejarnos sanar por él para poder empezar a ver las cosas que hay a nuestro alrededor de forma nueva, distinta. El Testimonio del ciego desde el primer momento, aún si conocer a Jesús, por su sola acción sobre él, hace que salgan a flote oscuridades que en el corazón de los que estaban por aquellos alrededores, habitaban. El se va a mantener en lo que dice, no pude negar que en su vida alguien ha obrado el bien. Llegará un momento en que querrá conocerle y es entonces cuando Jesús, lo mismo que a la samaritana, se le muestra como el enviado provocando una adhesión de fe en el que antes no veía.
Ha tenido que pasar por interrogatorios e insultos, una y otra vez y ser expulsado de la comunidad religiosa: Ahí aparece de nuevo Jesús en la realidad de su vida y es ahí donde se le muestra.
llama la atención ver como Jesús no le abandona a su suerte, sino que cuando ve que a este hombre se le han cerrado todas las puertas, acude y le abre una puerta nueva llena de esperanza. Recobrar la vista ha sido encontrar una nueva dimensión en su vida. Desde ahora no va a ser lo que le digan fiándose del primero que llegue. Ahora ve y ahora también sabe, conoce, ha experimentado a aquel que ha puesto en su vida la luz definía: "Creo, Señor. Y se postró ante él". Se nos dice.
Bueno, creo que esto a nosotros debe decirnos algo. Cada cual ha de mirar, nunca mejor dicho, donde están nuestras oscuridades y dejar que Jesús nos las ilumine, bañándonos en la piscina del enviado, la piscina de Siloé.
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