Este Domingo decimotercero del Tiempo Ordinario nos pone ante la exigencia que el seguimiento de Jesús, el anuncio del Reino de Dios, suponen.
Empieza el texto hablándonos de la decisión de Jesús de ir a Jerusalén. Dice concretamente: "Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén ". Es decir, que hubo de pensárselo y ver los pros y los contras que esto traía consigo. Se para, piensa y decide.
Esto que se nos dice es lo que da la pauta a todo el texto que sigue, porque luego se habla del seguimiento. Y hay uno que quiere, por lo visto, tomarse el seguimiento como un medio de vida y Jesús le advierte: no tendrás casa, ni bienes, ni nada.
Otro es invitado por Jesús, pero parece ser que la muerte le impide encontrarse con la Vida. Y el tercero hace promesa de seguirle, pero la familia aparece como obstáculo que le impide ir más allá: "déjame primero", le dice.
No se ha percatado ninguno de ellos que primero es el reino de Dios.
Y volvemos al principio del texto en donde hemos visto que Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén porque es allí donde ha de dar el testimonio definitivo con su vida entera. No es una decisión cualquiera y esto también vale para nosotros. Seguir a Jesús no puede ser una decisión que no se piensa, no es algo que no implique y que no tenga sus exigencia. No podemos intentar seguir a Jesús como un medio de vida o dejarlo en un "pero" o "veremos" en la demora, porque los problemas o nuestros deseos se interpongan, que no son malos, pero que entran en competencia con la urgencia que el seguimiento de Jesús y el Reino de Dios llevan consigo.
¡Feliz Domingo!
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