sábado, 23 de junio de 2012

DOMINGO XII DEL TIEMO PORDINARIO.CICLO B. FIESTA DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

PRECURSOR. PRECURSORA
 Celebramos este domingo, como todos sabemos, la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, el Precursor.
Leyendo el texto no deja de contagiarnos un hálito de misterio que lo envuelve y que  viene a ser expresado por la admiración y la pregunta que la gente  se hace sobre  ¿que va a ser este niño?, aunque su nombre ya indica cual será su misión.
  Le encontramos  y dentro del  mismo relato que nos ofrece Lucas, en el desierto después de decirnos que crecía y que su carácter se afianzaba.
Han de pasar los años y ese carácter desenboca en  la decisión  que irá tomando cuerpo hasta  no cejar en el empeño de la misión que su nombre ya apuntaba: ir delante del que ha sido prometido y viene y que ya está entre nosotros.
Su vida, su mensaje y su figura, como la de tantos otros, aparece cabalgando entre el Antiguo y Nuevo Testamento y suya es la misión de invitar, como un nuevo Isaías que viene desde el desierto, a la vuelta a Dios, porque el tiempo se ha cumplido. Señalar al Cordero de Dios. Provocar en los  que le escuchan deseos sinceros de conversión.
Su corta vida, no exenta de dudas, se apagará por la resolución de Herodes a instancias de Herodías, en la cárcel de Maqueronte y en aras de la fidelidad a Dios (desde el principio su mano estaba con el se nos dice) y al pregón que proclama, dando así paso al anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús: el despuntar de una nueva etapa en la historia de la Salvación.
Ante la figura de este hombre,  una pequeña reflexión creo que nos debemos hacer como Iglesia que llamada y convocada es enviada a dar el anuncio de la Buena Noticia  a los hombres, lo mismo que Juan. Es una invitación a afianzarse en su carácter de anunciadora, siendo austera en su vida  y fiel al testimonio hasta dar la vida, consciente de que la mano de Dios está con ella. Un dar paso a Jesús. Juan no se anunciaba a si mismo, tampoco la iglesia debe anunciarse a si misa, su misión es anunciar la salvación de Dios dada en Jesús y por Jesús. Una Iglesia que necesita  convertirse  en el desierto  y no para que la estime o respete la gente, sino para poder entender  lo que Dios quiere de ella en los tiempos que corren y así, estar dispuesta a dar su vida en fidelidad, si fuera necesario, a manos de los herodes que quieren manejar a Dios y al mundo.  
 ¡Feliz domingo! ¡Feliz día de San Juan!







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