sábado, 14 de abril de 2012

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA 15 DE ABRIL

 LO NUESTRO ES SER TESTIGOS.
 El texto del Evangelio que se nos ofrece para la lectura de este Segundo Domingo de Pascua lo podemos dividir perfectamente en dos partes, a.- Jesús se manifiesta a los que están en la casa  y les da los dones propios de su Resurrección y b.- Jesús se vuelve a manifestar a los ocho días - tiempo de destemplanza para los Discípulos que le han comunicado a Tomás la experiencia que han tenido y  no les cree exigiéndoles pruebas - pero en esta ocasión centrándose en Tomás que  ha oído, pero no ha
visto, es decir no ha experimentado, y por mas que  los compañeros le dicen el se resiste a creer lo que le cuentan, aún viendo que  en el grupo se ha producido un cambio desde la experiencia tenida.
Así que vamos par partes. En la primera el Resucitado se manifiesta, les da paz, causa de ello es la alegría que experimentan, les envía como El mismo ha sido enviado, luego les da el Espíritu Santo con un encargo: perdonar los pecados. Enviados con el Espíritu para perdonar pecados, desde la paz y la alegría que de la certeza de  que el Maestro ha resucitado.
La segunda parte se centra mas en el testimonio que ellos dan a los que no se encontraban  en  aquella ocasión. Testimonio que no es creído  por Tomás, aún siendo de los del grupo y que necesita ser ratificado por el mismo Jesús : "si no veo...", "trae tu mano..."  Con la consiguiente confesión de fe por parte de  Tomás.
El texto me lleva a reflexionar sobre la fuerza y la debilidad en la  misma Iglesia. La fuerza está en la certeza de que el Señor ha resucitado: experiencia vivida y compartida en el grupo y que ratifica que Jesús no es un fantasma y que sigue presente en medio de los suyos. La debilidad  anida en la misma condición de los anunciadores, hombres normales,  que cuentan su experiencia y que serán creídos o no, por aquellos que reciben ese anuncio. Esto hace que se den cuenta de que cuando hacen el anuncio  es Jesús  quien ha  coronar esa obra manifestándose al que se le anuncia. O sea, la conversión necesita ser anunciada y a su vez respaldada por la acción del Resucitado en el corazón de los que, desde su libertad, acogen la palabra.  Esto nos debe llevar a entender que nosotros solamente somos enviados, que no somos salvadores de nadie, que no podemos anunciar de espaldas al Señor, que hemos de dejarnos llevar por el Espíritu recibido con el deseo explícito de cumplir el mandato que ha sido puesto en nuestras manos y que hemos aceptado. Cuando esto no es así,  ¿ acaso no es verdad  que nos desesperamos y desanimamos, pensando que  no merece la pena tanto esfuerzo y lucha porque  hemos estado toda la noche bregando y no hemos  cogido nada? Y es que queremos, muchas veces sin darnos cuenta, suplantar la acción del Señor en el corazón de los hombres y mujeres, con nuestra pobre palabra que, aún siendo válida por lo que anuncia, no es mas que eso, un anuncio, que además debe ir acompañado por un testimonio de vida que encele, a los que nos oyen y ven, a buscar a ese Señor que nosotros predicamos y que es causa de nuestra paz y alegría. En definitiva, que la obra es de Dios y nuestra y no podemos asurpar, por afán evangelizador desmedido, la parte que le corresponde a Dios y que consiste en hacer que  el hombre rinda su libertad a la evidencia de su presencia y amor que  se manifiesta en nosotros y que también quiere manifestarse en ellos.
Lo nuestro es ser anunciadores, testigos desde la experiencia de que está  resucitado, con la palabra y la vida, lo demás le corresponde al Señor.
¡¡ Menuda lección!!
 Feliz tiempo de Pascua para todos. 

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