sábado, 24 de marzo de 2012

DOMIGO QUINTO DE CUARESMA. CICLO B.

UNA CONVERSACIÓN DONDE EL PROTAGONISTA ES EL PADRE.
 Nos dice el Evangelio de hoy que estando Jesús, como toda la gente de su pueblo, en  en una de las fiestas, los discípulos Andrés y Felipe, le facilitan  a unos gentiles la posibilidad de encontrarse con el Maestro, querían conocerlo. Esto a cualquier persona le halaga y le enorgullece, no deja de ser una deferencia y motivo de alago. 
Pero Jesús  no  cede a la tentación fácil, les acepta , les acoge y les habla. Lo que les dice debió de dejarlos pasmados, pues les habla  de entrega total, de ser como el grano de trigo que ha de morir para dar fruto. También los discípulos debieron quedar boquiabiertos y  desconcertados, le traen gente  que quieren verle y el sale por la tangente.
 Sucede que Jesús desea dejar bien claro que hay una misión que cumplir, que no se trata de buscar al maestro ingenioso y ocurrente a la hora de hablar y decir, que se salta la ley del sábado, que  cura a los enfermos y encima nos da de comer. Se trata de descubrir la entrega de Dios en su entrega. El quiere dejar bien sentado que esos signos  están hablando de otra cosa: de la acción de Dios en favor de los hombres a través de su persona y que aún no ha llegado a su término. Habla de ser glorificado, pero no al estilo de los hombres. Manifiesta su preocupación, pero también su confianza en el Padre, que le habita, a seguir hasta el final. Esa es su gloria y eso es lo que busca: hacer la voluntad del que le ha enviado. Hay que desechar la tentación del halago y la lisonja fácil y momentánea. No puede perder de vista su misión y no quiere que nadie se lleve a engaño  con su persona, por lo que hace o dice, pues todo eso apunta a un mas allá.
La gente que oye el testimonio de la voz del Padre no terminan de entender nada de lo que esta pasando  y por eso les recalca que Dios actúa en favor de los hombres. El mal será vencido  y el signo de esa victoria es precisamente  el hijo levantado en la cruz que atraerá a todos  hacia El.
Así el Padre es glorificado por el Hijo y este por el Padre. El Padre reconoce el amor del Hijo y a su vez el Hijo manifiesta el amor del Padre y todo con una finalidad, que el mundo sea liberado, desentrañado del mal, que el mundo también sea glorificado participando  de la vida  del Padre y del Hijo, vida que brota de  la entrega desinteresa y que permanece en continua oferta.
¿Todo esto a  qué nos debe llevar? 
-A presentar a Jesús como el que se entrega, como el que es fiel, como el que da su vida por nosotros. No a un Jesús líder de pacotilla, superestar, curandero y transgresor de leyes sin motivo ni razón.
 A no dejarnos llevar por la lisonja que facilmente nos  puede apartar  de nuestra misión, a  bajarnos de nuestros pedestales de prepotencia y a poner nuestra vida, total y definitivamente, al servicio de las personas, pero  sin perder la voluntad de Dios de vista.
Feliz día del Señor.

 

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