viernes, 30 de diciembre de 2011

POR MARÍA SÁNCHEZ

REFRANES POPULARES.
"LA VIUDA RICA, CON UN OJO LLORA Y CON EL OTRO REPICA".
 Ocurre con frecuencia que los dichos o refranes tienen, o pueden tener, dos lecturas.
El que hoy nos ocupa no podía ser menos. Hablaremos en primer lugar de la que le da un sentido literal. Este refrán nos viene a decir que para ciertas personas, prevalece el interés económico o personal por encima de todos los buenos sentimientos nobles que un ser humano pueda profesar. Suelen enmascarar su egoísmo con vanas palabras envueltas en falsas promesas y desinterés.
La siguiente lectura la encontramos en un sentido menos literal y con toque, como no, de cierto egoísmos al que tan dado somos los hombres. La situación puede ser la siguiente. Viuda o viudo pues, en los dos casos puede darse la circunstancia, que estando aún calentito el cuerpo del difunto el ojillo lo tiene vivaracho, mirón y algo alegre.
Mientras recibe los pésames y condolencias de todo el que se acerca, va pensando para sus adentros en el próximo compañero o compañera, con quien poder terminar sus días.
Piensa, con desespero en su nueva situación de viudedad recién estrenada. Cosa ésta por otro lado inesperada pues siempre pensó que con su cónyuge, persona más bien fuerte y rebosante de salud, sería con quien viviría durante muchos años.
Aquella con la que continuaría haciendo sus viajes del Imserso, las excursiones de los martes con el hogar de los mayores y los domingos la visita mercadillo de San Mateo.
Mientras el paquete de klines se vacía el  “afectado/a” mira a su alrededor por si vino  aquella persona, hombre o mujer según el caso, que tanto le miraba en los bailes y que hacía años se encontraba en el mismo estado por el que estaba atravesando nuestro/a protagonista.
 No sabe como disimular su disgusto, no por perder a un ser amado, sino por la falta de compañía que tendrá de ahora en adelante. Así que de reojo y con cara de  “conmigo no fue” va desparramando la vista por si en el mismo tanatorio le sale un nuevo compañero/a. Todo esto ocurre en el silencio de un corazón y una vida que ha quedado libre, cual taxi en parada, un corazón por supuesto libre también de buenos sentimientos.
Este refrán que hoy va de viuda y difunto, me trae a la memoria una anécdota que paso a relatarles y aunque  pasó en una  época en la que los doloridos, mientras lloraban desaforadamente, relataban a los acompañantes la vida y obras del difunto/a, creo que  más de uno recordará alguna de la que fue testigo.
Se trataba de un señor cuyo velatorio se hizo en su casa, como era costumbre, en aquellos años. El finado cuyo nombre era Manolo, aunque mayor, murió como se suele decir de “repente”. Su esposa no paraba de llorar unas veces para sí misma y otras, sobre todo cuando llegaba algún amigo o familiar más cercano, que lo hacia como si viera al mismo demonio.
Entre “jipio y jipio” nos contaba lo bueno que había sido su Manolo, el más cariñoso y trabajador del mundo, ¿Que le gustaba sus copas? sí  ¿A qué hombre no le gusta? Pero, nunquita me molestó.
La pobre mujer se fue emocionando tanto que comenzó a contar lo que entre ella y su difunto ocurrió días antes. Entre clamores decía- “Ay Manolo que me dijiste más de una vez –cóseme el pantalón Fefa y yo te contestaba- cóselo tú y el alma que tienes. Ay Manolo que me lo pediste tantas veces y nunca te lo cosí, ay Manolo que te vas a la tierra y no te cosí el pantalón. Toda esta proclama la acompañaba de abrazos a la caja  para después cogerse la cabeza entre las manos.
Esto que les relato es verídico y, aquellas personas que en alguna ocasión acudió a un velatorio en un domicilio seguro que lo vivió tal y como les cuento.
 

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