REFRANES POPULARES.
"LA VIUDA RICA, CON UN OJO LLORA Y CON EL OTRO REPICA".
Ocurre con frecuencia que los dichos o refranes tienen, o pueden tener, dos lecturas.
El que
hoy nos ocupa no podía ser menos. Hablaremos en primer lugar de la que
le da un sentido literal. Este refrán nos viene a decir que para ciertas
personas, prevalece el interés económico o personal por encima de todos
los buenos sentimientos nobles que un ser humano pueda profesar. Suelen
enmascarar su egoísmo con vanas palabras envueltas en falsas promesas y
desinterés.
La
siguiente lectura la encontramos en un sentido menos literal y con
toque, como no, de cierto egoísmos al que tan dado somos los hombres. La
situación puede ser la siguiente. Viuda o viudo pues, en los dos casos
puede darse la circunstancia, que estando aún calentito el cuerpo del
difunto el ojillo lo tiene vivaracho, mirón y algo alegre.
Mientras
recibe los pésames y condolencias de todo el que se acerca, va pensando
para sus adentros en el próximo compañero o compañera, con quien poder
terminar sus días.
Piensa,
con desespero en su nueva situación de viudedad recién estrenada. Cosa
ésta por otro lado inesperada pues siempre pensó que con su cónyuge,
persona más bien fuerte y rebosante de salud, sería con quien viviría
durante muchos años.
Aquella
con la que continuaría haciendo sus viajes del Imserso, las excursiones
de los martes con el hogar de los mayores y los domingos la visita
mercadillo de San Mateo.
Mientras el paquete de klines se vacía el “afectado/a” mira a su alrededor por si vino aquella
persona, hombre o mujer según el caso, que tanto le miraba en los
bailes y que hacía años se encontraba en el mismo estado por el que
estaba atravesando nuestro/a protagonista.
No sabe
como disimular su disgusto, no por perder a un ser amado, sino por la
falta de compañía que tendrá de ahora en adelante. Así que de reojo y
con cara de “conmigo no fue” va desparramando la
vista por si en el mismo tanatorio le sale un nuevo compañero/a. Todo
esto ocurre en el silencio de un corazón y una vida que ha quedado
libre, cual taxi en parada, un corazón por supuesto libre también de
buenos sentimientos.
Este refrán que hoy va de viuda y difunto, me trae a la memoria una anécdota que paso a relatarles y aunque pasó en una época
en la que los doloridos, mientras lloraban desaforadamente, relataban a
los acompañantes la vida y obras del difunto/a, creo que más de uno recordará alguna de la que fue testigo.
Se
trataba de un señor cuyo velatorio se hizo en su casa, como era
costumbre, en aquellos años. El finado cuyo nombre era Manolo, aunque
mayor, murió como se suele decir de “repente”. Su esposa no paraba de
llorar unas veces para sí misma y otras, sobre todo cuando llegaba algún
amigo o familiar más cercano, que lo hacia como si viera al mismo
demonio.
Entre
“jipio y jipio” nos contaba lo bueno que había sido su Manolo, el más
cariñoso y trabajador del mundo, ¿Que le gustaba sus copas? sí ¿A qué hombre no le gusta? Pero, nunquita me molestó.
La pobre
mujer se fue emocionando tanto que comenzó a contar lo que entre ella y
su difunto ocurrió días antes. Entre clamores decía- “Ay Manolo que me
dijiste más de una vez –cóseme el pantalón Fefa y yo te contestaba-
cóselo tú y el alma que tienes. Ay Manolo que me lo pediste tantas veces
y nunca te lo cosí, ay Manolo que te vas a la tierra y no te cosí el
pantalón. Toda esta proclama la acompañaba de abrazos a la caja para después cogerse la cabeza entre las manos.
Esto que
les relato es verídico y, aquellas personas que en alguna ocasión
acudió a un velatorio en un domicilio seguro que lo vivió tal y como les
cuento.
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