LO DEFINITIVO ES LA PALABRA DE DIOS.
Fue por la influencia de los monjes de Cluny que tuvo origen esta liturgia del día de hoy en donde conmemoramos a nuestros difuntos. En Roma empezó a celebrarse a partir del siglo XIV, pero eso no quiere decir que ya antes no se hiciera ni se tuvieran en cuenta la oración por los difuntos. Ya en la Biblia aparece algo de ello en el libro de los Macabeos y el mismo Jesús muestra respeto y veneración ante el hecho de la muerte (Lázaro, la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín). El sabe que es un acontecimiento inevitable en la vida de las personas y que será definitivo respecto a su futuro que, además, embarga a la gente, siempre ha sido así. Por eso sale al paso reforzando y dando plenitud a lo que los hombres de todos los tiempos ya intuían: "La muerte no es el final"
Nosotros esperamos la resurrección de la carne, no sabemos como será, pero sí sabemos que va a ser por lo que se nos ha dicho en la revelación y desde la lógica de un Dios Creador y dador de vida, como confesamos en nuestro Credo. Es la gran esperanza que anida en la frase que citábamos mas arriba.
Conmemorar a los difuntos es una forma de agradecimiento y una muestra de amor por la misma vida que se resiste a no ser tenida en cuenta. La muerte aparece como esa puerta necesaria que nos posibilita el arribo a una nueva y definitiva existencia.
Recordar a nuestros difuntos y rezar por ellos es una forma de esperar ese definitivo encuentro cuando a nosotros nos toque atravesar los umbrales de esta vida que nos posibilita entrar en la eternidad o presencia de Dios.
Todo lo desconocido infunde respeto o miedo y es lo que pasa con este tema, pero sucede que nosotros tenemos la Palabra de Jesús que está en el Padre y que nos ha dicho que quiere que estemos con El. Se ha ido a prepararnos sitio. Por tanto, esto es un tema de fe, esperanza y paciencia.
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