miércoles, 2 de noviembre de 2011

DOS DE NOVIEMBRE: LOS FIELES DIFUNTOS.

LO DEFINITIVO ES LA PALABRA DE DIOS.
Fue por la influencia de los monjes de Cluny que tuvo origen  esta liturgia del día de hoy en donde conmemoramos a nuestros difuntos. En Roma empezó a celebrarse a partir del siglo XIV, pero eso no quiere decir que ya  antes no se hiciera ni se tuvieran en cuenta la oración por los difuntos. Ya en la Biblia aparece algo de ello en el libro de los Macabeos y el mismo Jesús muestra respeto y  veneración ante el hecho de la muerte (Lázaro, la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naín).  El sabe que es  un acontecimiento inevitable en la vida de las personas y que  será definitivo respecto a su futuro que, además, embarga a la gente, siempre ha sido así. Por eso sale al paso reforzando y dando plenitud a lo que los hombres de todos los tiempos  ya intuían: "La muerte no es el final"
  Nosotros esperamos la resurrección de la carne, no sabemos como será, pero sí sabemos que va a ser por lo que se nos ha dicho en la revelación y desde la lógica de un Dios Creador y dador de vida, como confesamos en nuestro Credo. Es la gran esperanza que anida  en la frase  que citábamos mas arriba.
Conmemorar a los  difuntos es una forma de agradecimiento y una muestra de amor por  la misma vida que se resiste  a no ser  tenida en cuenta. La muerte  aparece como esa puerta necesaria que nos posibilita el arribo a una  nueva y definitiva existencia.
Recordar a nuestros difuntos y rezar por ellos es una forma de esperar ese definitivo encuentro  cuando a nosotros nos toque atravesar los umbrales  de esta vida que nos posibilita  entrar en la eternidad o presencia de Dios.
Todo lo desconocido infunde respeto o miedo  y es lo que pasa con este tema, pero  sucede que nosotros tenemos la Palabra de Jesús que  está en el Padre y que nos ha dicho que quiere que estemos  con El. Se ha ido a prepararnos sitio.  Por tanto, esto es un tema de fe, esperanza  y paciencia.

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