sábado, 5 de noviembre de 2011

DOMINGO XXXll DEL TIEMPO ORDINARIO.CICLO A.

UNA CUESTION DE GENEROSIDAD.
En el evangelio de hoy, Jesús hablando del Reino de Dios nos cuenta las peripecias de diez doncellas las cuales tenían una misión muy concreta que realizar cuando el novio llegara: entrar con el en el banquete de bodas alumbrando con sus lámparas. 
Fueron invitadas todas y todas fueron a esperar al novio con sus lámparas  y en la espera se durmieron. Cuando llego el momento de recibirlo algunas no tenían aceite suficiente para alumbrar en el acontecimiento y sucedió lo que suele pasar que unas le piden a las otras pero, claro, si la compartimos ninguna de nosotras va a tener  suficiente y ninguna va a poder entrar. Consecuencia: el deslucimiento de la fiesta.  Mejor es ir a comprarla. Y...  entre idas  y venidas, llegó el esposo y las que no estaban, aunque llegaron mas tarde con el aceite, se quedaron fuera, ¡menudo chasco!, de nada sirvió reclamar, no fueron reconocidas.
Es una parábola que Jesús dice a los discípulos  a los que ha llamado a una misión concreta e intenta avisarles de que no es suficiente responder a la invitación, ni la intención e inclusive el ponerse en camino, hay que ir mas allá, hay que estar pertrechados con todo  lo que esa invitación lleva consigo, la lámpara ha de estar llena de generosidad.
Siendo bautizados, decimos creer en Dios, solemos tener buenas intenciones, cuando surge algún problema rezamos, e inclusive acudimos a la cita, pero no todos nos preocupamos de que no nos falte el aceite, no todos  alumbramos con nuestra vida el camino del esposos, no todos  nos tomamos en serio esto de pertenecer a la Iglesia, no todos  tenemos claro de que no se trata solo de creer, sino que nuestra vida  ha de estar acorde con ese creer alimentándola en la espera. La palabra que se nos han dado y la misión  que se nos ha encomendado es: " Vayan por el mundo y anuncien la buena noticia". Ahí creo que esta la clave de la parábola: se trata de la respuesta personal que cada uno da. Nadie puede darla por nosotros, los otros no pueden darnos su aceite, no podemos dar nuestra respuesta desde la respuesta de los otros.  Nos puede suceder lo mismo que a las doncellas y por eso Jesús nos advierte.
Hemos de tomar en serio la invitación y hacerlo a conciencia, sabiendo a lo que somos invitados:  esperar al esposo en grupo (la Iglesia), pero sin refugiarnos y excusar nuestra indolencia en la fidelidad de los demás.
Esto va mas allá de una mera circunstancia en la que podamos hacer trampa pues el ser reconocido va a depender de nuestra actitud, de si nuestra lámpara arde: se trata de una forma de  vivir y una  manera de esperar.
 Felíz día del Señor .

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