martes, 25 de septiembre de 2012

POR MARÍA SÁNCHEZ

REFRANES: 
EL HUÉSPED Y LA PESCA… A LOS TRES DÍAS APESTA.
  Hace alusión este refrán a esas personas que consideran que, una invitación en casa de un amigo, es poco más o menos que habérsela dejado en usufructo.
Resulta agradable recibir en casa la visita de un buen amigo o familiar compartiendo con él unos días. 
De igual modo agradecemos la invitación que nos puedan hacer para estar compartiendo, mesa y mantel, con amigos o familia. Pero, tengamos presentes, que la invitación es para (unos días) no para tomar la casa como si se tratara de un hotel  todo incluido.
  Más o menos esto es lo que le ocurrió a una amiga con unos familiares que le llegaron de Cuba. Sin obviar la situación de precariedad por la que están pasando en la isla Caribeña, estos señores llegaron con el ánimo de terminar aquí sus días y, como no, a costa de los primos a los que ellos calificaron de ricos, poderosos y algo tontos.
  La invitación o visado fue tramitada por unos parientes con el fin de que conocieran a toda la familia. El tío de mi amiga había emigrado siendo muy joven y, muy de tarde en tarde, se recibían noticias de la familia cubana. Por lo que poco o nada se conocía a sus descendientes.
  La llegada del matrimonio, algo mayores ya, resultó para todos una autentica alegría. Al fin conocerían a una parte de la familia de aquel tío del poco se sabía.
Las invitaciones, por parte de la gran familia canaria, llovió por todos lados; aquí un almuerzo, allá una cena y, si alguno se olvidaba de la invitación, ya estaban ellos para recordarla.
  En una de estas visitas familiares llegaron a la casa de mi amiga y aquí empezó, para ella y su familia, el calvario de Jesucristo.
Con la sana intención de agasajarlos y conocerlos les invitaron a cenar a su casa cuando apenas, “los indianos” llevaban en nuestra isla unos veinte días. Comenzaron alabando las propiedades culinarias de la anfitriona, una estrategia fundamental, continuaron con la belleza y amplitud de la casa para terminar diciendo, a boca jarro, “prima nos venimos unos días con ustedes”.
  Mi amiga se quedó a cuadros y sin saber qué contestar. Aquellos confundieron el silencio sepulcral que se produjo de pronto por un “sí vengan cuando quieran” y al día siguiente les aparecieron con todos sus bártulos. Y; comieron, bebieron y pernoctaron durante tres largos meses.
Desde ese día mi amiga tiene claro que, para según que personas, unos días significan (tiempo indefinido).
  Este refrán nos viene a decir que no debemos abusar de la hospitalidad de quien nos invita a pasar “unos días en su casa”.
Que no tengan que decirnos lo que dijo Voltaire de un invitado suyo que alargó tres meses su visita al castillo de Farney. “La diferencia entre don Quijote y este caballero es que, mientras aquél tomaba las posadas por castillo, éste toma el castillo como posada.
  Esto que les relato es verídico. Si bien quiero dejar claro que no todas las personas, cubanos incluidos,  actúan del mismo modo.
 

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