domingo, 2 de septiembre de 2012

POR MARÍA SÁNCHEZ

SE ACABA EL VERANO Y CON ÉL SE DICE ADIÓS A LAS VACACIONES.
Pues sí amigos como todo en la vida, lo que tiene principio tiene fin. Y, esto, es lo que cada año nos toca vivir. Se han terminado las grandes siestas, las salidas a las terrazas cerveza en mano. Debemos concienciarnos que también nos dicen adiós las horas de luz que, hasta ahora, nos han acompañado hasta las nueve de la noche.
 Toca hacerse a la idea de los madrugones para llevar a los niños al cole, apurarnos para  llegar antes del listo que siempre nos quita el aparcamiento cerca de nuestro lugar de trabajo. No podemos olvidarnos  que debemos soportar al compañero o, compañera, que nos restregará una y mil veces sus estupendas vacaciones, en ese lugar tan fantástico, que parece hecho en exclusiva para nuestro amigo.
  Por si todo esto fuera poco tenemos que rascarnos los bolsillos para preparar la vuelta al colegio. Si todos los años, esto es una total sangría para nuestros sufridos bolsillos, no me atrevo a  pensar en lo que se convertirá este año tal y como está el patio de la economía.
Y, a todas estas, arrastrando el síndrome pos vacacional que, aunque algunas personas se lo toman a chufla, es más real de lo que parece.
  Eso de que se cogen vacaciones para recargar pilas y, llegar como nuevo al trabajo, no se lo cree nadie. Seamos sinceros. Llegamos arrastrando unas ojeras que llegan hasta la nariz, a causa de pasar hasta las tantas con los amigos en las terrazas, o viendo la tele hasta que el cuerpo aguanta.
  Si optamos  por coger un apartamento en el sur; no es de extrañar que lleguemos con los nervios a flor de piel recordando a esos “amigos”  que se pasan todo el año sin visitarnos, y justo cuando estamos de vacaciones, le entran unas ganas locas e irrefrenables por estar un día con nosotros.
  Pero, no se me asuste, ni piense que soy pájaro de mal agüero. El fin vacacional tiene también su lado bueno: volvemos a la rutina diaria, que en el fondo, es a lo que estamos acostumbrados. La suegra y la cuñada, que no sé porqué extraña razón siempre caen mal, regresan a su casa.
Los nietos, que por mucho que nos alegren acaban sacándonos de nuestras casillas, se irán de nuevo con papá y mamá. Con lo que podremos dormir toda la noche de un tirón.
  Volveremos de nuevo a echar nuestra siesta en aquel sillón, que tiene el (huequito) amoldado para que nuestro sufrido cuerpo descanse a gusto. Ese que está colocado justo delante de la tele. Los que den el telediario nos verán dormir y, acompasados con sus voces, les acompañaremos con nuestros “suaves” ronquidos.
  Regresamos a nuestro adorado trabajo, para encontrarnos con los compañeros/as de faena a los que les relatamos  las noches que pasamos sin dormir, a causa de los mosquitos y el dolor de espalda al empeñarnos en no usar el protector solar.
Y, sobre todo amigo lector, llegamos de nuevo al hogar. Volvemos a escuchar los ruidos de toda la vida que son, a fin de cuentas, la mejor nana que nos hace dormir.
  Aún con estos inconvenientes digo bien alto VIVAN LAS VACACIONES

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