Por María Sánchez.
Hace
un tiempo bastante largo ya, que tengo un “run run” en mi cabeza
haciéndome el mismo daño que una cena sin digerir.
Año
tras año, llegada la época de las vacaciones, o cuando se presenta
un puente se habla de las personas que salen a disfrutar de unas y
otro.

Los
profesores abandonan las aulas, en las ventanillas de los bancos y,
centros institucionales, se coloca el cartel de “cerrado”. Por la
misma regla de tres hay médicos que, aprovechando el puente, dejan
un sustituto o un- “venga la próxima semana porque el médico se
ha ido a un congreso”.
A
todas éstas se estará usted preguntando cual es el motivo de mis
males y desconciertos. Vamos al grano y por partes. Si las vacaciones
son un derecho de todo trabajador, sin que se excluya a ninguno,
independientemente del trabajo que realicen, me pregunto ¿Por qué
se citan solamente a los que trabajan en oficinas? También disfrutan
de sus vacaciones los panaderos, los señores que recogen la basura,
el albañil, la señora de la limpieza, y así un largo e
interminable etcétera.
Cuando
llega el momento del regreso ocurre lo mismo pero a la inversa. Es
cuando nos comunican que el de la oficina vuelve, y se estresa, por
encontrar su mesa llena de papeles, la de la ventanilla se encara de
nuevo con los sufridos conciudadanos que aguardan en la interminable
cola, los maestros regresan para “bregar” con nuevos alumnos y el
médico ha regresado de aquel “importante congreso” que lo
mantuvo alejado de sus pacientes durante los cuatro días que duró
el puente.
Con
esta actitud me dan a entender que todos los que salieron de
vacaciones son señoras y señores de maletín en mano, cuello y
corbata. No sé si lo mío es una paranoia o tengo razón cundo digo
que “Ya va siendo hora de que los medios de comunicación incluyan
en esta lista a los que, tal vez no sepan hacer una O con un canuto,
pero son tan dignos y respetables como el que más”. Que no los
ignoren en sus listas de veraneantes, ya que ellos también han
podido disfrutar de unas merecidas vacaciones en la playa, el campo,
hotel o apartamento como todo hijo de vecino.
Que
sepan que estás personas padecen, como los anteriores, el cansancio
de un año de duro trabajo. Que cuando regresan, como los anteriores,
sufren de igual manera, el síndrome “pos-vacacional. También a
ellos les cuesta adaptarse de nuevo a sus puestos de trabajo. Sepan,
igualmente, que tienen que hacer malabarismos para encontrar quien
cuide de sus hijos que aún están en vacaciones. Muchos de ellos no
cobran un sueldo que les permita pagar una guardería y, como la
mayoría tienen que acudir a las abuelas.
¡Benditas
abuelas! Que primero criaron a sus hijos y ahora cuidan de sus
nietos.
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