
Somos conscientes de que con facilidad se dispersan porque son niños y porque se ven envueltos en preparativos, invitaciones y gente que viene y va a su alrededor. Nos reunimos, rezamos, cantamos y tratamos de completar con ellos la obra que se inició con la catequesís. Es un intento de salvar algo que está en juego: su experiencia de Dios. El niño tiene derecho a ello. Los mayores debemos facilitar que puedan acceder a ella sin ninguna dificultad aunque, a veces, somos el mayor obstáculo.
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