sábado, 13 de marzo de 2010

UN DOLOR VIEJO

Estos días nos ha vuelto a sacudir un dolor viejo que, quizá por eso, por viejo, tiende a quedar en el subconciente y es bueno que lo traigamos a la luz, que no olvidemos.
Me refiero a la madre de Sara y de Yeremi. Niños nuestros que no terminamos de saber dónde están, qué ha pasado con ellos, si viven o han fallecido.
Y mientras tanto, sus madres no paran.
Y yo les digo desde aquí, que no paren, no, que no paren y que sigan recordándonos que sus hijos no están en casa, que la habitación sigue igual que el último día.
Es tremendo lo que sucede pues resulta que desde casa podemos contactar con cualquier parte del mundo por medio de internet, que lo tenemos todo al alcance de la mano, los avances son espectaculares ¿y no somos capaces de saber dónde están estos niños?, ¿que les ha pasado?
Quiero compartir el dolor de estas madres. Quiero... que se sepa ya, de una vez , que fué lo que pasó y dónde están.
Me estremeció ver la foto que publicaba un diario en donde la madre de Sara, a pie de terreno, observa como las escavadoras mueven la tierra. ¡Dios mio, qué dolor! Y que fortaleza.
Por favor, no paren, sigan buscando, aunque haya que remover cielo y tierra. Y, sobre todo, no olvidemos. No dejemos a estas madres solas con su dolor.

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