MUJERES
INVENTORAS: MARY ANDERSON.
POR MARÍA SÁNCHEZ .
¿Sabia
usted, estimado lector, que el limpiaparabrisas lo inventó una
mujer? Es a Mary Anderson a quien debemos que nuestros viajes en
coche, sean más cómodos en los días de lluvia, nieve o
viento.
Claro que de aquel artilugio, a lo que tenemos hoy, dista una gran diferencia. En nuestros modernos coches con sólo apretar un botón se ponen en movimiento dos escobillas de goma que retiran el agua del vidrio haciendo más segura la visibilidad Si somos de los perezosos para mantener limpio nuestro coche, de aquellos en los que llega un momento en lo que, poco o nada podemos ver a través del parabrisas, tenemos la opción de apretar otro de estos botoncitos y salen dos chorros de agua, con los que intentamos dejar medianamente limpio, el cristal.Digo medianamente porque, ya habrá notado en más de una ocasión, que los susodichos “chorritos” no salen nunca en la misma dirección; uno llega al techo del coche y el otro tímidamente se acerca al cristal, dejando manchones y borrones que nos obligan a reconocer que fue peor el remedio que la enfermedad. Las incomodidades del agua y el frío nos obligan a subir los cristales y, no sólo afectan al parabrisas por fuera, dentro del automóvil comienza a acumularse el vapor que se pega al cristal. También para esto tenemos otro de los “botoncitos” que al apretarlo hace que salga un chorro de aire frío que termina por dejarnos el parabrisas como una patena.
Pero, como todo en la
vida, nada es eterno y el ingenio termina por romperse; ¿solución?
Llevar un trapito a mano con el que limpiamos el cristal, hasta
volver a tener una visibilidad más o menos digna; sin dejar de
repetir “tengo que llevar el coche al taller y que miren esto”.Como
ya digo al principio, fue una mujer la inventora del
limpiaparabrisas, Mary Anderson. Vivía la señora en Alabama y un
día de invierno, del año 1903, decidió hacer un viaje hasta Nueva
York. Dicho viaje lo hizo en tren y, fue todo un suplicio, para los
pasajeros y el propio conductor.
A
medida que avanzaban, la tormenta de agua y la
nieve se recrudecía más,
haciendo que el tren tuviera que parar para que el conductor, con un
paño, quitara el agua, la nieve y la basura que se acumulaban en el
cristal.
Un día después del nefasto viaje comenzó a idear, por
medio de un diagrama, el barrido del agua. Ya de regreso a Alabama
puso manos a la obra y empezó a idearlo.
Lo que consiguió fue un
artilugio que se accionaba desde el interior del automóvil con una
palanca. Sólo tenía un brazo que se sostenía en la parte superior
y en el centro del vidrio.
Después de varios intentos ella misma lo
probó en un tranvía con un resultado efectivo. El patentarlo no fue
nada fácil pues lo inventó en 1903 y, no pudo llevarlo a cabo,
hasta 1905.
En medio de esta lucha apareció Henry Ford, fundador de
la compañía Ford Motor Company, que fiel a sus ideas innovadoras lo
probó en el Ford T.
No
debemos olvidar que todo esto sucedió en una época en la que la
mujer no podía tener nada a su nombre, ni siquiera lo que había
inventado.
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