Se dice
que el primer crucero de placer se llevo a cabo en 1900. El buque se
llamaba Prinzessin Victoria Luise y, aunque anteriormente, en 1839,
el gobierno británico dio licencias para hacer cruceros de placer en
barcos de carga, fue en el Prinzessin donde dio comienzo la moda de
pasar las vacaciones a bordo de un gran navío donde el lujo era su
carta de presentación.
A mayor
lujo mayor comodidad y mayor escaparate donde la gente adinerada
podía hacer ostentación de sus riquezas. Los caballeros
aprovechaban para hacer sus negocios, al mismo tiempo que coqueteaban
con la esposa de su próximo socio empresarial.

Las cenas
de gala, seguidas de los bailes eran propicias para buscarle marido a
la niña que, aunque en edad casadera, no había conocido galán que
tan siquiera le dijera “negros tienes los ojos”
En 1986 el
negocio bajo tanto que terminaron por desaparecer este tipo de
vacaciones en alta mar. Con el paso de los años los cruceros han
vuelto a ser lugar de preferencia para disfrutar de unas deliciosas
vacaciones, en pareja o con la familia.
Pero, de
aquellos viajes de súper lujo, se ha pasado a dar oportunidades para
que las personas de clase media-alta puedan deleitarse con unas
deliciosas “Vacaciones en el mar”.
La entrada
de estos navíos en nuestros puertos, proliferan cada día más. No
es raro ver atracados en aguas canarias a trasatlánticos tan grandes
y lujosos como el Quenn Mary o el Quenn Elizabet.
Sin duda,
la llegada de estas embarcaciones, han venido a traer un respiro a la
maltrecha economía por la que estamos atravesando.
Los
viajeros, en cada escala que efectúan estas moles mastodónticas,
dejan su dinerillo en los comercios que se encuentran en los aledaños
de los puertos. Tan buen resultado está dando que se estudia abrir
esos negocios incluso los domingos si se coincide con la llegada de
uno de estos grandes buques.
Sin
embargo no todo es color de rosa en este mundo de lujo y esplendor.
La cara amarga la pone las desapariciones de muchos de los pasajeros
de estos barcos. Según Thomas Castro Viejo, desde el año1995 son
165 personas las que misteriosamente no han llegado a su lugar de
destino.
El último
caso lo protagonizó, sin quererlo, el británico Francis Hemsley de
89 años. Cuando los pasajeros del Balmoral llegaron al puerto Inglés
con la ilusión y el cansancio del viaje realizado se llevaron la
sorpresa de que no podían abandonar el buque hasta que la policía
no concluyera sus investigaciones hasta dar con el paradero o la
razón de la desaparición del mencionado Francis Hemsley.
Se ha
conocido también la desaparición de Rebeca Corian una empleada del
barco donde viajaba y trabajaba. Esta mujer terminó su jornada de
trabajo y se despidió de sus compañeros. La vieron dirigirse hacia
su camarote pero a la mañana siguiente ya no se encontraba en el
buque. Su desaparición continúa siendo un misterio.
Otro caso
extraño es el de la alemana Sabine L. de 62 años. Se produjo en el
2007 en un crucero que partió de las islas Canarias hasta Madeira.
Viajaba con su esposo y llegada la hora de acostarse se retiraron
juntos a su camarote. A la mañana siguiente su marido no la encontró
a su lado y nunca más se supo de ella.
Después
de las investigaciones llevadas a cabo, se ha llegado a la conclusión
de que ninguna de estas personas tenía motivos para quitarse la vida
o para que alguien las hiciera desaparecer.
Espero,
estimado lector, que esta historia no le haga disuadir de ese viaje
maravilloso que tiene pensado hacer. Piense que todos tenemos nuestro
propio destino y éste no se copia del ajeno.
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