DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA.
LA DIVINA MISERICORDIA.
"Si no veo, no creo" solemos decir remedando a Tomás, el Mellizo, cuando no estamos muy seguros de que lo que nos están diciendo es verdad. Siguiendo con ello nos encontramos con que Jesús, y es el texto del Evangelio de hoy, le dice a Tomas después de mostrársele y hacerle el gran favor de dejarle tocar y de que pudiera cumplir con su exigencia para creer: " Dichosos los que crean sin haber visto" Y es que Tomás, lo mismo que nosotros cuando nos agarramos a esa expresión para justificarnos, estaba en un error. La fe no es ver para creer, sino lo contrario, creer para poder ver. Por eso quizá, Juan Pablo Segundo, que dicho sea de paso hoy será
beatificado, escogió este día para establecerlo como el Domingo de la Divina Misericordia. Pues la misericordia de Jesús que es la misma que la del Padre, se manifestó en la vida de Tomás y se manifiesta en la nuestra ayudándonos a entender y con una pedagogía muy singular enseñarnos, que la fe es abandonarnos a la confianza en la palabra que se nos dice y que viene del mismo Señor.

La fe es así un don de Dios que en su Divina Misericordia se nos muestra y nos ofrece la posibilidad de vivir nuestra vida desde una perspectiva nueva: Hijos de Dios. Pero depende de nuestra libertad, de nuestra adhesión, de nuestro hacer, valga la redundancia, nuestro lo que se nos brinda. Entonces es cuando la fe, que es un dejarse en las manos del Padre, se convierte en un proyecto de vida apasionante que no va a depender de si vemos o no, de si tocamos o no, sino de nuestra nueva relación con Dios al que no necesitamos ver para creer en El y de quien nos hemos fiado. Esto muchas veces lleva al vértigo, pero si no fuera así tampoco sería fe.
Feliz Domingo de la Divina Misericordia.
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