Francisco Cases / Obispo de Canarias / Las Palmas de Gran Canaria

En estos momentos convulsos de terremotos financieros que se llevan por delante las economías de las naciones y el plato de muchas gentes, los tsunamis japoneses que dejan al descubierto las debilidades de los fuertes, los seísmos de los países norteafricanos que convocan más aviones cargados de armamento que mesas de diálogo y entendimiento, ¿es legítimo y coherente invitar a los creyentes a entrar en las Iglesias estos días de modo especial, y a salir a la calle, también de manera especial?
¿Para qué invito a entrar en las Iglesias? En ningún sentido para refugiarse en un gueto de gentes que huyen de la vida. Animo e invito a los creyentes a entrar en los templos sólo y exclusivamente para empaparse de Jesús, para celebrar su Semana Santa, la primera, y dejarse contagiar de su coherencia y de su entrega. Para aprender a hacerse uno mismo pan tierno que se parte, se reparte y se comparte en manos de los que tienen hambre. Para quitarse de encima el miedo a la cruz, la propia y la de los que viven aplastados por tantas cosas adversas. Para saber esperar en silencio el estallido de vida de la resurrección, después de tantas oscuras noches del silencio de las derrotas sociales.
¿Para qué invito a los creyentes a salir a la calle? Para que pongan de manifiesto lo que han aprendido y vivido en los templos. Para que su mayor brillo no sea el dorado de los tronos y los adornos en los desfiles procesionales, sino el esplendor de la Verdad y la Vida de quien por ellos y por todos, entregó su vida sin gloria ni lucimiento. Para llevar a Jesús a la calle, para mostrarlo a los que lo necesitan, o a los que, curiosos como Zaqueo, miran como de pasada a los ojos del Nazareno buscando y esperando sin saber exactamente qué. Y pido a los que llevan o acompañan la imagen del Nazareno coherencia, cercanía, humildad, bondad, austeridad y sobriedad. Se lo pido a ellos y me lo pido a mí mismo, que sigo tratando de empaparme de Él cuando celebro en el templo, y sigo tratando de mostrar en la calle algo de Él en la sombra de mi vida.
Pido perdón por tanto como falta de claridad y de coherencia en mi vida y en la vida de los creyentes, pero, aún así, me atrevo a proclamar: mírenlo a Él, escúchenlo a Él, acérquense a Él, acójanlo a Él, síganlo a Él. Merece la pena. En realidad para esto es la Semana Santa, la de verdad.
Francisco Cases es Obispo de Canarias.
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