domingo, 1 de mayo de 2011

TRABAJO SI, EXPLOTACIÓN Y MANO DE OBRA BARATA, ¡NO!

POR MARÍA SÁNCHEZ
Las conversaciones de la mayoría, por no decir todos los españoles, estriban en el mismo tema. Lo mal que va la economía; el paro, la juventud que, por mucho empeño que ponga, no encuentra trabajo.
En las oficinas del paro las colas son cada día más y más grandes. Por otro lado algunas cadenas de televisión anuncian diariamente, como si fueran agencias de colocación, innumerables puestos de trabajo por toda nuestra geografía española.Conseguir uno de estos tan ansiados trabajos resulta tan difícil como encontrar la celebre aguja en el pajar. Los requisitos son tantos que sólo intentarlo ya es una odisea. Si lo que precisan es un electricista lo mínimo que piden son; dos o tres años de experiencia, coche propio, buena disponibilidad de trabajo, “o lo que es lo mismo, trabaje usted más de ocho horas diarias y sin rechistar”. Rematan diciendo “sueldo a convenir” ¿A convenir de quién? Sin miedo a equivocarme será el que le convenga al patrón.
Bien es verdad que, lo mismo que una moneda, este tema tiene dos caras. Una de esas caras la vivimos cuando todo era boyante, época en la que poco menos que los perros se amarraban con longanizas. Muchas personas saltaban de trabajo en trabajo como las niñas cuando juegan al “tejo” “Por un quítame allá esas pajas” daban un portazo y se marchaban. Sabían que al día siguiente tocaban en otra puerta y encontraban trabajo.

Cuando las vacas flacas comenzaron a asomar los cuernos, los patrones tomaron la sartén por el mango y dijeron “o lo tomas o traigo a los inmigrantes” Lógicamente los españoles se agitaron y movieron cielo y tierra reivindicando, con toda razón, sus derechos.

No se pensó que las cosas se pondrían cada vez peor y aquellos trabajos que un día despreciaron, estoicamente, como por ejemplo recoger la fresa, la aceituna, (esto en la península), o las papas y los tomates en nuestras islas, hoy no ha quedado más remedio que agachar la cabeza y aceptar lo que se les ofrece.

Ahora se pelean por obtener aquel trabajo que un día les pareció hasta denigrante. Lo malo es que el trabajador, como siempre, se ha llevado la peor parte en este río revuelto en el que se ha convertido la crisis.

Hoy, como siempre, el patrón continúa teniendo no sólo la sartén, ahora tiene el aceite y el pescado y, como siempre también, los hay malos y buenos pero, a unos y otros el dinero les gusta de igual modo. El afán por el ansia de ser más rico cada día hace que muchos de estos patrones, no todos, olviden que la persona que trabaja a sus ordenes es un ser humano, olvida también que la jornada laboral para todos es de ocho horas, que las horas extras hay que pagarlas religiosamente, y que las vacaciones son obligatorias.

Conozco casos de jóvenes que trabajan de chofer en esas guaguas donde, lo mismo trasladan turistas por la isla, que llevan niños a los colegios o, se pasan hora tras hora en el aeropuerto, esperando la llegada del avión para hacer los traslados a los hoteles correspondientes.

Estas personas no tienen un horario fijo de inicio o fin de jornada. Un día de trabajo puede dar comienzo a las dos, tres, o cuatro de la mañana sin saber nunca la hora de finalizar. Las horas extras no se pagan, tampoco se respetan sus días de vacaciones. La estrategia es ponerlos en el paro y llamarlos cuando la empresa se ve apurada. Esos días de faena no se pagan como horas extras ni se recompensan con jornadas libres.

Aunque he comenzado mi relato con el trabajo de los “guagueros”, se que tres cuartos de lo mismo, está sucediendo en el ramo de la hostelería, restauración y otros muchos trabajos en los que, cuando las arcas del patrón no se llenaban a tope, se hicieron despidos a diestro y siniestro.
Aquellos que en estos días han salido a comer fuera han notado la falta de camareros en cualquier restaurante que haya visitado.
Lo mismo ocurre en el ramo de la hostelería, donde con la Semana Santa, los hoteles estaban casi a un cien por cien pero el personal era el justito. Un fallo que va en detrimento de los clientes que no son atendidos como se merecen y de acuerdo a lo que se nos cobra.Los privilegiados que tuvieron la suerte de conservar sus puestos de trabajo, en estos días han visto que éste se ha multiplicado, pero ¿Se ha multiplicado también sus sueldos? Y es que hay patrones, no todos por supuesto, que con una sola hija pretenden tener muchos yernos.

Hay de todo en la viña del señor, los que prefieren vivir del paro y el cuento y aquellos que ansían un puesto de trabajo donde no se sientan explotados ni ser mano de obra barata.

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