MARJORIE STEWART JOYNER (1896-?)
Y LA MÁQUINA PARA HACER PERMANENTES
Por María Sánchez.
Esto del calor además de molesto nos crea una amnesia, temporal transitoria, contra la que tenemos que luchar a brazo partido.
Mi
voluntad por escribir el artículo de esta semana luchaba con mis
neuronas, las cuales parecen estar en total letargo, ya que por mucho
que las estrujaba nada nuevo acudía a ellas.
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Marjorie Stewart Joyner |
Pero,
de pronto, las musas me recordaron que el pasado sábado acudí a la
primera comunión del niño de una amiga. Una cosa trae a la otra y me
vino al pensamiento los cambios, en cuanto a lo que se usaba en mi
juventud, y a lo que vemos hoy día.
Donde
se han experimentado más cambios es en la ropa y peinado de las niñas.
Aunque aún hoy continúan llevando sus trajes largos, no se parecen
aquellos que les toco a las de mi generación que
llevábamos dos o tres zagalejos bien almidonados para ocultar la extrema
delgadez que padecíamos la mayoría.
Otro de los cambios que se han efectuado radica en el peinado. A la
mayoría de las niñas les gusta llevar su melena suelta o recogida en un
elegante moño. Nosotros tuvimos que pasar por la tortura de la
permanente en especial aquellas que su pelo era completamente lacio.
Cuando
era casi una niña llegó a mi casa una máquina para hacer permanente
que, con gran maestría, manejaba mi prima. No había señora que se
preciara, que no se hiciera la permanente, sobre todo cuando acudían a
un acontecimiento importante.
La
moda llegó, como digo, hasta las niñas a las que se les rizaba el pelo
sobre todo cuando llegaba el momento de hacer la primera comunión.
Recuerdo que se les rizaba la “moña” o fleco. El resto del pelo, la
melena, se llenaba de bucles o tirabuzones, estilo Shirley Temple actriz- niña muy famosa por aquellos años.
Mi
trabajo como ayudante de peluquería consistía en pasarle a mi prima los
bigudís donde iba enrollando cada pequeña mata de pelo que previamente mojaba en un líquido, de muy mal olor por cierto, que, junto con las pinzas previamente calentadas en la máquina, hacían el milagro del rizado o permanente.
Las
señoras que más recurrían al duradero rizado eran aquellas a las que la
madre naturaleza les dio un pelo lacio, débil y más bien escaso. Cuando
este pelo tan mal engraciado se tornaba ensortijado merced al calor y la química a las sufridoras de tal mal les cambiaba la cara, (en todos los sentidos).
Guardo
aun en mi memoria la imagen de aquellas clientas que llegaban al salón
con tres pelitos que parecían plantados a palillo.
Cuando
ya se veían rizadas y el pelo brillante, a causa de la brillantina que
mi prima les ponía como para rematar la faena, se miraba y remiraban al
espejo como quien contempla un milagro caído del cielo.
Como siempre, detrás de un invento tiene que estar un inventor, en este caso, inventora.
Sepamos quien fue y desde cuando se goza del milagro de la permanente.
Como digo en el encabezado su nombre era MARJORIE STEWART JOYNER.
Era afro-americana nacida en Virginia (Estados Unidos) en 1896. En 1912
se mudó a Chicago donde estudió cosmetología. En el año 1926 comenzó a
buscar una manera más fácil para que las mujeres se arreglasen el
cabello inspirándose para ello en unos pernos (pieza metálica parecida
al tornillo) con las que aceleraba la cocción de la carne.
Experimentó con ellos y pronto diseño un máquina que se podía usar para rizar y desrizar el pelo.
Se hizo popular entre las mujeres blancas ya que con este método el rizado era más duradero.
El
invento fue patentado en 1928 siendo la primera mujer afro-americana en
obtener una patente, aunque nunca llegó a beneficiarse directamente de
ella, pues las mujeres en esa época no podían ser reconocidas como
inventoras.
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