SEMBRAR Y SEMBRAR

Jesús mismo procedía de un pueblo que, sin lugar a dudas, tenía que mirar a la tierra para sacar su sustento.
Es significativo cómo conoce el proceso de crecimiento de una semilla pues lo va describiendo paso a paso. Así, dice, es el Reino de Dios. Es la reflexión que El ya ha hecho y que comparte con los que le escuchan y que tiene que ver con sus labores diarias.
Hay una especie de ternura y sencillez en la parábola que nos puede llevar a no hacerle mucho caso, pero Jesús está hablando aquí de algo muy importante: El crecimiento en la aceptación del Reino de Dios, proceso necesario para poder un día alegrarnos con la recogida de los frutos, en el momento adecuado.
Hay que crecer, o mejor, hemos de dejar crecer el Reino de Dios, la acción de Dios, en nuestra vida
y eso tiene algo de misterioso y mucho de don y gracia. La semilla va germinando sola sin que el hombre pueda entrar en la entraña de ese crecimiento.
No hay que desesperar, ni menos abandonar lo de cada día, Hay que seguir trabajando. No nos podemos sentar a la orilla de la siembra para ver como crece, porque es que no nos vamos a dar ni cuenta de ello. Lo mismo es lo que pasa con el Reino de Dios: semilla diminuta que posee el germen de la vida y que ha sido depositada en nosotros.
Otra cara de la moneda es que me huelo que hay una lección para los que nunciamos el Reino. Creo que nos debería llevar a pensar si esto no tendrá que ver con el origen de tantos desánimos nuestros cuando nos esforzamos, una y otra vez, a la hora de vivir, de testimoniar, de decir o invitar y vemos que la gente no responde. ¿ No será que nos olvidamos de que se requiere un proceso y que lo nuestro es sembrar? ¿No será que nos gusta sentarnos a la orilla de la siembra para solazarnos viendo como crece la semilla? ¿ No será que aún no nos hemos enterado de que su crecimiento no depende solo y exclusivamente de nosotros ?
Feliz día del Señor.
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